Dios conoce tu historia
Mientras volvía en auto a casa con mi mejor amiga, le di gracias en voz alta a Dios por ella. Me conoce y me ama a pesar de cosas que no me gustan sobre mí, y me acepta como soy: con mis peculiaridades, mis hábitos y mis fallas. Aun así, hay partes de mi historia que me cuesta compartir incluso con ella y con otros a quienes amo… momentos donde claramente no he sido ninguna heroína, sino crítica, cruel o fría.
El gozo que Dios da
Cuando Marcia está en público, siempre trata de sonreírles a los demás. Es su manera de alcanzar a quienes tal vez necesiten ver un rostro amigable. Casi siempre, le devuelven la sonrisa. Pero en una época en la que ordenaron llevar una máscara, se dio cuenta de que la gente no podía verle la boca, y en consecuencia, su sonrisa. Es triste —pensó—, pero seguiré haciéndolo. Tal vez vean en mis ojos que estoy sonriendo.
¿Qué planes tienes?
El joven Carlos estaba ansioso por asistir becado a la universidad que había elegido. En la secundaria, había participado en un ministerio entre los estudiantes, y deseaba hacer lo mismo en el nuevo entorno. Había ahorrado dinero y tenía perspectivas de un excelente trabajo nuevo. Estableció algunas grandes metas, y todo iba saliendo exactamente como había planeado.
A toda prueba
El 28 de enero de 1986, el transbordador espacial Challenger se desintegró 73 segundos después de despegar. En un discurso de consuelo a la nación, el presidente Reagan citó el poema «Alto vuelo», sobre «la inviolable santidad del espacio», y la sensación de extender la mano y tocar «el rostro de Dios».
Corrección amorosa
Por más de 50 años, mi papá se esforzó por ser un excelente editor. Su pasión no era tan solo buscar errores, sino mejorar la claridad, lógica, fluidez y gramática de los textos. Usaba un bolígrafo verde para las correcciones, en lugar de rojo. El verde lo hacía más «amigable», mientras que el rojo podía asustar a un escritor novato o inseguro. Su objetivo era señalar amablemente una forma mejor.
Inversiones de fe
El niño de doce años esperaba ansioso abrir los regalos de Navidad. Deseaba una bicicleta nueva, pero sus esperanzas se hicieron trizas; recibió un diccionario que decía en la primera página: «Para Carlos de Mamá y Papá, 1958. Con amor y expectativa para tu mejor desempeño en la escuela».
Pez pequeño
Con los años, una pareja que vive en África Occidental desarrolló una profunda amistad con un hombre de su ciudad, y muchas veces le hablaron del amor de Jesús y la historia de la salvación. Sin embargo, él se resistía a renunciar a toda una vida de lealtad a otra religión, aunque había reconocido que la fe en Cristo era «la mayor verdad». Su interés era en parte financiero, ya que era líder en su fe y dependía de la compensación que recibía. También temía perder su reputación en la comunidad.
Amor incesante
Julia y Jorge volvieron a casa después de servir en otro país de clima muy cálido, y se instalaron durante varios meses cerca de su familia en Michigan; justo en época de invierno. Sería la primera vez que varios de sus diez hijos verían la belleza natural de la nieve.
Las personas se olvidan
Una mujer se quejó con su pastor porque había notado mucha repetición en sus sermones. «¿Por qué lo hace?», le preguntó. «Las personas se olvidan», respondió el pastor.
Esforzado y valiente
Cada noche, cuando Caleb cerraba los ojos, sentía que la oscuridad lo envolvía. Habitualmente, el silencio de su cuarto se interrumpía con el crujido de su casa de madera en Costa Rica. Los murciélagos en el ático empezaban a volar. Su madre le había puesto una luz de noche, pero el niño seguía temiéndole a la oscuridad. Una noche, su padre colocó un versículo bíblico al pie de su cama. Decía: «Esfuérzate y sé valiente. No temas […], que yo soy el Señor tu Dios, y estaré contigo» (Josué 1:9). Caleb dejó esa promesa de Dios en su cama hasta que fue a la universidad.